"Gallito Felipe"

El lorito Gallito Felipe vivía desde poco después de su nacimiento, en una jaula de una pequeña pajareria junto a una lorita: Primavera. Sus vidas transcurrian tranquilas y apacibles. Él siempre dejaba que ella fuera la primera en acercarse a los recipientes de agua y semillas cuando la dueña de la tienda los rellenaba. Por la noche, si veía que ella se asustaba al cerrarse las luces principales de la tienda, se acercaba a ella, pero sin tan siquiera rozarla. Se sentía su protector y amigo, aunque muchas veces, al contemplarla, notaba como su corazoncito latía fuertemente.

Un día un nuevo inquilino llegó a la jaula, el cual enseguida se mostró dispuesto a la conquista de Primavera y a menospreciar a Gallito Felipe.

Primavera rápidamente se sintió deslumbrada por su nuevo compañero, olvidando incluso la presencia de Gallito y ni tan siquiera agradeciéndole con un ligero movimiento de cabeza, como había hecho hasta entonces, el que él la dejara ser la primera en acceder a la comida. Antes al contrario, era ella quien daba la vez al lorito conquistador.

Y así fue pasando el tiempo hasta que un día, un hombre que pasó ante la tienda se detuvo a mirar con curiosidad el escaparate. Rápidamente observó lo que estaba sucediendo en la jaula: dos loritos bien juntitos rozándose con sus alitas, y otro, en un rincón, quietecito, como sumido en una gran tristeza.

Fue tanta la pena que sintió por aquel pequeño pájaro, que no pudo dejar de pensar que quizás podría hacer algo por él: evitarle la situación que suponía estaba pasando.

Así fue como lo compró junto con una bella jaula. Su intención no era que estuviera siempre dentro de ella, más bien era para que tuviera un lugar donde acomodarse, cuando lo necesitara.

No fue fácil para Gallito Felipe separarse de su dama, pero también comprendió que era lo mejor tanto para “la feliz pareja” como para él.

Pero su pena duró poco tiempo. Se sentía muy feliz con su nuevo dueño. El cual le trataba con mucha dulzura, jugaba con él, velaba para que nunca le faltara ni comida ni agua, le dejaba hacer pequeños vuelos por la casa e incluso con una paciencia infinita, le enseñaba a decir alguna palabra.

Primavera y su compañero fueron vendidos a un muchacho que tenía ya otra pareja de loros. Pero era tal su dejadez con ellos, que la jaula permanecía desaseada por largo tiempo e incluso, a veces, se olvidaba de aportarles comida y agua. Además, enseguida que llegaron, Primavera pudo observar el interés creciente de su compañero hacia la otra lorita. Se sentía muy desdichada. ¡Cuánto añoraba a su dulce amigo Gallito!.

Pero llegó un día en que su amo, se acordó de que de vez en cuando les tenía que dejar volar libres por la habitación. Y así lo hizo. Pero en un descuido, se había dejado una de las ventanas ligeramente abierta. Primavera, al verlo, vió la oportunidad de huir de aquel triste encierro. Salió al exterior y con pequeñas voladas fue alejándose de la casa, hasta llegar exhausta a la copa de un árbol que había en el paseo principal de la localidad.

Desde allí arriba podía ver a la gente como iba y venia. Al cabo de un tiempo, ni sabia cuanto, observó que se acercaba un hombre que caminaba con un lorito en el hombro….¡era Gallito!. Sacando fuerzas de quien sabe donde, se impulsó nuevamente y bajó hasta el suelo del paseo, justo delante de los dos.

¡Gallito! – exclamó el hombre - mira, otro lorito como tu. Gallito, la reconoció de inmediato y no pudo más que saltar del hombro de su amigo hasta ella. Luego fue acercándose despacito hasta rozar con su piquito el de ella.

Y así fue como ahora Gallito Felipe y Primavera viven felices junto a su dueño.